Nuestras mentes generan e inventan en el sueño nocturno, en los sueños despiertos y en la fantasía -dice Kureishi.
Rosa Montero, en su reciente novela La ridícula idea de no volver a verte, cita a Georges Braque, quien afirmó que el arte es una herida hecha luz.
En los últimos días esa frase acude una y otra vez a nuestros pensamientos y nos invita, o nos conmina más bien, a expresar nuestras propias ideas acerca del hecho de leer, esa actividad que es una especie de escape voluntario hacia la complicidad del silencio.
A lo largo de los ya varios septiembre que nos ha tocado vivir, hemos sido seducidos por la lectura, a cuyo encuentro fuimos al principio a tientas, luego con pasos y ojos ya avezados y más tarde hasta el punto en que nos encontramos ahora, el de la convicción de que no podríamos prescindir de ella de ningún modo.
A partir de esa experiencia propia, nos preguntamos ¿Qué hay de seductor en el hecho de leer? ¿Por qué las personas nos entregamos sin reparos a un libro, al oficio divino de hurgar entre palabras como si fuéramos llevados por manos invisibles?
He aquí lo que creo.
La vida, tal cual es, no es suficiente
Para soportar la vida hace falta la belleza, dice Montero. Y eso no quiere decir -agregamos nosotros- que la vida tal como la vivimos día a día carece de ella, sino más bien que solemos necesitar una dosis cada vez más elevada de fantasías, de sueños posibles, tejidos en silencio y a la medida de cada quien. ¿Acaso no deseamos a menudo acercarnos un poco más a lo que somos realmente?
Las vicisitudes diarias merman la capacidad de soñar, leer las rescata. Y es así porque en cada libro el hombre aterriza en su búsqueda del placer y se entrega sin reparos. Sólo basta un guiño inicial y un poco de ardor interior que encienda la mecha.
Leer es un viaje que cada quien elije
No importa lo que cada quien elija leer, lo que importa es que lo sane. Sí, porque para el lector leer es un remedio al cual accede solo cuando emprende su propio viaje con la palabra.
Carece de relevancia el soporte en el que se lee, cuenta el viaje. Un viaje en el que cada quien está seguro que ha de encontrar los remedios de los cuales su espíritu carece, un viaje que irá mostrando palabra a palabra trozos del mundo que andábamos buscando; ese mundo que tal vez no se parece al de todos los días, pero que se ha hecho nuestro de tanto anhelarlo y que para asirlo sólo basta el tacto de los ojos.
Aleixandre aconsejaba ir a los libros con ademán de selva. ¿Será por eso que José Antonio Marina dijo que todo el mundo sabe que una biblioteca es como un bosque?
¿Tú que crees?
Hola, soy lector… o eso creo, para mi leer, no se si es un Vicio o un Hábito, o las dos cosas, a veces me pasa como Forrest Gum, quisiera dejar de leer, como el dejo de correr, pero igual sigo leyendo, exactamente para qué… no sé