Dedicatoria: a los jóvenes entusiastas y apasionados de la II Cohorte EPI ULA-CENDES.
Hola Profe era la frase que a menudo escuchaba cuando entraba a las 7 de la mañana al salón de clases. Más de 20 jóvenes profesionales y sesiones cortas de dos horas repartidas durante dos o tres días a la semana, hacían propicia la ocasión – y la excusa- para juntar interrogantes a granel.
Nos tocó, sí, la hermosa experiencia de compartir una vez más con profesionales de postgrado a quienes dictamos el módulo de derecho de autor en el marco de la Especialización de Propiedad Intelectual de la Universidad de los Andes (ULA), ofrecida en Caracas con apoyo del CENDES. Fue una experiencia maravillosa.
Del aprendizaje de doble vía
No me siento cómodo con la enseñanza desde los «claustros», ni con las clases magistrales, ni con auditorios pasivos y en estado de contemplación. Prefiero el aprendizaje a dos manos -o varias- del debate de las ideas, de la discusión apasionada y libre, pero con rigor y respeto. Me siento más cómodo en entornos en que mi papel sea apenas de facilitador, de impulsor de debates, donde los teléfonos celulares y otros dispositivos tecnológicos permanezcan en modo silencio pero usándose activamente, donde las certezas no sean usuales. Eso les dije a estos jóvenes el primer día.
Lo demás vino solito.
¿Y qué fue lo que vino solito?…pues exposiciones individuales, cortas pero precisas para animar la discusión. Casos para ilustrar temas, para confrontar sanamente los diferentes puntos de vista. Debates animados sobre la selfie del mono, el plagio del autor famoso, el divorcio del compositor y los derechos de autor en el matrimonio, el derecho al olvido en internet, la piratería digital, los límites y excepciones y otros más.
No hubo tiempo para el aburrimiento ni el sueño. Las dos horas por sesiones eran intensas y plenas de interrogantes que iban y venían de todos lados, como flechas. Ganas de preguntar, de aportar, de sugerir, de derribar verdades «incuestionables». Mi rol con cada sesión se fue haciendo menos yo y más nosotros.
Y en la empresa, citar a menudo a Antequera Parilli, Lipszyc, Delgado Porras, Ficsor, Rengifo, Zapata o Uchtenhagen, o recomendar lecturas de Levine, Yúdice, Stallman, Lessig, Garrote Fernández-Díez y otros.
Coleccionistas de preguntas
Al final, después de varias sesiones, la prueba final. No la de ellos, la mía. Culminé el módulo preguntándome si habíamos cumplido los objetivos que nos trazamos al principio, si de verdad pudimos contribuir con un poco más de conocimiento sobre esta área de la Propiedad Intelectual que es el derecho de autor.
Me atrevo a responder ahora lo que me dije el último día: que sí lo habíamos logrado. Pero no tanto por lo que yo haya aportado como facilitador, sino por la dinámica del grupo que nos permitió a todos aprender del otro, a acompañar una postura o disentir de ella, a estimular las preguntas y sobre todo a entender que las certezas y los dogmas nos alejan de la búsqueda crítica.
Savater lo ilustra destacando que los niños preguntan todo. Son los que formulan las preguntas más metafísicas y que no sabemos responder. ¿Por que no se caen las estrellas? ¿por qué nos morimos?. Luego -continúa diciendo Savater- los niños crecen y dejan de ser metafísicos y se convierten en personas aburridas y adultas, que preguntan poco y casi todo lo dan por sentado.
En suma, fue la nuestra una experiencia que nos devolvió un poco del niño que vamos dejando atrás, el niño que fuimos, y que en ocasiones como ésta renace y pregunta y pregunta y vuelve a preguntar.
Esa es la clave: renunciar a las certezas y coleccionar interrogantes. La duda salva.
Al final, rumbo a la oficina y tras la última sesión, pensaba un poco y me dije: el hola profe fue un compromiso silencioso para alejar certezas y aumentar nuestras vacilaciones.
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