Un artículo leído recientemente en el New York Times, nos ha animado a volver con este tema: ¿Las plataformas sociales deberían pagar a los usuarios por los datos propios que éstos comparten en ellas?.
Nos referimos a los datos propiedad del usuario, los personales, los que tienen que ver con sus inquietudes y actividades habituales, los cuales constituyen, en la mayoría de los casos, el insumo principal de su interacción en las plataformas sociales digitales.
No comprenden estos datos los que guardan relación con las obras del ingenio -literarias, artísticas y cientíificas- protegidas por el derecho de autor o Copyright, que también se comparten en las redes y cuya puesta a disposición cuenta ya con sistemas ordinarios de licenciamiento por parte de los titulares de derechos sobre tales obras, o por sus representantes.
¿Cómo se recogen y venden tus datos personales a terceros?
Una respuesta muy gráfica y exacta acerca de esta interrogante la trae Marc Goodman en su libro: Los Delitos del Futuro: Las redes sociales son los nuevos Registros Públicos. Todo lo que se comparte en ellas, voluntaria o involuntariamente, dice Goodman, es fitrado, clasificado y almacenado por los nuevos mastodontes de gestión de datos mundiales que luego lo venden a anunciantes, gobiernos y agentes intermediarios de datos externos.
Y agrega: los datos provienen de nuestros proveedores de servicios de Internet, tarjetas de crédito, telefonía móvil, bancos, supermercados, sistemas de geolocalización, Twees, Like y Me Gusta en redes sociales como Twitter o Facebook, etcétera.
¿Impuesto a las ganancias de los servicios de contenidos online?
¿Remuneración a los usuarios, en vez de impuesto?
Otra solución es la que se describe en el más reciente de los dos artículos citados arriba, donde se alude a Jaron Lanier, quien sugiere que conseguir de las empresas un pago al usuario de forma transparente por la información, no solo proporcionará un mejor trato para los usuarios cuyos datos se recopilan a medida que hacen vida en línea, sino también mejorará la calidad de los datos sobre los que se está construyendo día a día la economía de la información.
Desde nuestra perspectiva, la clave es crear un mayor equilibrio. Sea bien un impuesto, sea un pago directo al usuario por sus datos, lo que verdaderamente importa es que haya mayor proporción en los beneficios que optienen cada una de las partes involucradas. Y por cierto, no somos partidarios de despachar el debate diciendo que las pretensiones de cada una -usuarios y plataformas- son diferentes y que ambos se benefician. Lo medular es la pregunta: ¿en qué medida el usuario debe participar en los beneficios económicos de un modelo de negocio de terceros basado en la recolección y venta de sus datos personales?, ¿acaso es suficiente el hecho de que tenga acceso gratuito, entre comillas, a usar la plataforma de distribución y compartir con el resto de los usuarios?.
El debate da para mucho. Y de eso se trata!
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