Los libros son cofres en el que aguardan coros de voces ocultas e infinitas. Solo el lector adecuado logra dar con aquella que le habla.
Estoy convencido de eso: existen voces ocultas en los libros.
Hoy me he levantado muy temprano, como suelo hacer, y he ido al parque a correr un poco. El contacto con la brisa de las primeras horas y las rutinas de cardio y fortalecimiento te dejan exhausto pero con unas ganas enormes de hacer cosas y no parar. Yo no cedo a la tentación: después de la rutina del parque, me basta un poco de música y un buen libro.
Entre varias opciones de libros por leer, el de hoy fue La Lentitud, de Milan Kundera. Acompañado con acordes de la flauta de Luis Julio Toro, me adentré a releer esta obra exquisita que ya en una ocasión me había gustado tanto, sobre todo porque es un canto a la lentitud bien entendida, al goce de estarse quieto a ratos y rendirse según el proverbio Checo -citado por Kundera- a contemplar las ventanas de Dios.
Y enseguida le tomé el pulso a la historia, a la anécdota pues. Y fue entonces cuando me topé con la frase que originó esté post. Se refiere la frase al temor, al miedo, y cómo podríamos deshacernos de él tan solo si nos dedicáramos a vivir el presente.
Libros: o cómo hallar la voz que te habla
Y a partir de esa frase que necesitaba, me dije esto me viene al dedillo, es una especie de recordatorio para que me deje de bobadas y me centre en el aquí y el ahora, en las bondades del presente. Pude haber tomado cualquier otro de los cientos de libros a mi alrededor, pero tuvo que ser ése; justo ése que ya había leído (con otros cuatro más de Kundera). Al topar con la frase, enseguida me surgieron varias interrogantes. ¿por qué ese libro y no otro? ¿qué factores contribuyeron para que yo seleccionara esa lectura? ¿qué hay en ella que me pueda llamar la atención a esta hora del día? ¿por qué había dado con esa frase que fue una especie de faro que me adentró en reflexiones más elaboradas?
Cada libro es un cofre de voces que esperan con paciencia que alguien las haga suyas. En el acto hermoso de leer hay una conexión silenciosa entre el lector y las palabras, cuyo ritual termina en una entrega o en un rechazo. Solo cuando el lector es capaz de hallar esas voces ocultas del libro que le hablan a él, se produce la entrega; esa especie de rendición sin condiciones.
Hoy yo me rendí sin condiciones. Y no se requirieron armas, solo palabras, voces de un libro que me hablaron y a las que presté la mayor atención dada mi necesidad de oírlas. La frase en el libro que hoy me habló fue:
«…La fuente del miedo está en el porvenir, y el que se libera del porvenir no tiene nada que temer».
Así que es muy fácil: presta atención a tus necesidades más profundas, a las que guardan relación con el espíritu. Ve a un libro, escoge al azar, y cuando vayas a tientas, ¡Eureka!…allí estará el párrafo o la frase que te sacará una sonrisa; ésa voz que habrá estado esperando por ti mucho tiempo, hasta este día en que la has hecho tuya para siempre.
¡He allí la hermosura del acto de leer!
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