Caracas es una ciudad caótica, hermosa y violenta.
Cada mañana nos levantamos apresurados, en dirección cada quien a su destino con la certeza de que tal vez lleguemos tarde…. una vez más. No sabremos anticipadamente si el tráfico será terrible como siempre o un poco más ligero, si los motorizados en la autopista central andarán esta vez con más cuidado o les importará un bledo los mortales de cuatro ruedas, si la calina cederá un poco, o cómo estará en la calle el humor del vecino que nos tocará en suerte. Cómo saberlo !!
Con esos pensamientos salgo a la aventura de manejar en Caracas, rumbo al trabajo.
En la oficina, hoy ha sido igual que siempre: reuniones, reuniones, reuniones, balances, presupuestos, demandas, llamadas…trabajo pesado a veces y mucho cansancio al final de la tarde. Ni siquiera tiempo ha habido para el celular, abandonado en la chaqueta.
Miré el reloj.
Basta por hoy – me dije. Agarre mis cosas, bajé en el ascensor y fuí directo por el auto al estacionamiento. Algunas personas esperaban impacientes…era viernes.
Rumbo a casa, el tráfico en la autopista era infernal. Los tres canales full de autos y motorizados a velocidad de delincuentes, a tan solo un toque de terminar estrellados. «Son unos locos»-pensé. A mi lado, en el canal del centro, un conductor me miró un instante y yo que le devolví la mirada de que te pasa tí, narizón, es que a caso se te perdió uno igual a mí o acaso te debo algo.
Axhorto, casi alcancé a golpear a un motorizado que iba lento -recorcholis!- por el canal del centro, justo delante de mí. Las luces intermitentes indicaban que la moto iba con problemas. Volví a tomar el canal lento, el de la derecha.
Rebasé al motorizado, y justo cuando pasé por su lado me dije conchale pobre gente -el motorizado llevaba un parrilero con él-, se van a quedar accidentados en plena autopista.
Los seguí mirando por el retrovisor. La fila de autos delante de mí me hizo detener. Justo entonces ocurrió.
– Dame el teléfono hijo e puta, rápido, rápido !! – gritaba el mismo motorizado que no estaba accidentado nada sino en pleno modus operandi.
-Rápido coño, dame el blackberry!! – me gritaba asestando puñetazos a la puerta del auto, mientras yo hacía esfuerzos nerviosos por bajar el vidrio de la ventanilla izquierda del lado del conductor.
-Abre esa vaina rápido, o te doy un tiro!! – me dijo golpeando el vidrio con una pistola el acompañante que venía sentado en la parte trasera de la moto.
Busqué a tientas mi teléfono con la mano derecha en el bolsillo de la chaqueta. Lo agarré. Baje el vidrio, y se lo entregué al bendito motorizado, quien salió disparado entre los autos con su trofeo en dirección a Petare.
Uff! -dije. Menos mal que sólo fue el teléfono.
Cuando llegué a casa subí directo a la habitación. Justo al lado de la cama estaba mi blackberry….jajajajajajajajajajajajaja.
En vez del blackberry le había entregado sin darme cuenta al malandro de la autopista mi primer Motorola Startac, un viejísimo modelo año 2001, que en la mañana había tomado por error y a la carrera de la mesa de noche.
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