Haruki Murakami es un escritor japonés de largo aliento, que no sólo posee reservas físicas para correr a menudo, sino también para escribir grandes obras que tienen la cualidad de atraparte desde el inicio, como una promesa.
A diferencia del maratón, disciplina que practica desde el otoño de 1982, en sus obras transitamos por intrincados caminos de la ficción, pero al final de la lectura, en vez del cansancio disfrutamos del placer de la palabra bien hilvanada.
En Murakami, la anecdota es una excusa deliciosa para fluir como un río.
Seguros de la aventura, nos adentramos confiados, al encuentro de los Beatles, Billy Joel, Michael Jackson, Janacek, Astrud Gilberto, Vivaldi, Rossini, Perci Faiht, Curtis Fuller, Burt Bacharach, Martin Denny, Ben Webster, Duke Ellington, Harry Carney y tantos otros, cuyas melodías van y vienen en sus libros, como fantasmas.
Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo, Tokio Blues, Sputnik…, AfterDark, Al Sur de la Frontera…, Kafka en la Orilla, Sauce Ciego…, De que Hablo Cuando Hablo de Correr, 1Q84…obras todas para construir un credo en trocitos, certero, convincente, definitivo:
«La cualidad indispensable de un novelista es, sin duda, el talento. El talento no tiene nada que ver con la voluntad. Brota cuando quiere, y en la cantidad que quiere, y cuando se seca, no hay nada que hacer»
«Después del talento, la siguiente cualidad que necesita un novelista es la capacidad de concentración, y además de ésta, la constancia».
«Cuando en un momento de nuestras vidas, acuciados por la necesidad, deseamos que ocurra algo agradable, la mayoría de las veces el que llama a las puertas de nuestras casas es el cartero trayéndonos malas noticias»
«Podemos aprender que lo que de veras da calidad a la vida no se encuentra en cosas fijas e inmóviles (…) sino que se halla, inestable, en nuestros propios actos»
«A menudo, las cosas verdaderamente valiosas son aquellas que sólo se consiguen mediante tareas y actividades de escasa utilidad. Tal vez sean tareas y actividades vanas, pero jamás estúpidas. Eso pienso yo»
No solamente un credo desperdigado en libros deliciosos, sino también un epitafio, de su puño y letra, que lo resume todo:
«Al menos aguantó sin caminar hasta el final».
En Murakami, el acto de escribir es una carrera de vértigo que no termina sino con el último aliento
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