La poeta Argentina Alejandra Pizarnik, luchó durante sus treinta y seis años de vida con la disyuntiva de si vivir o dejar de hacerlo.
La locura y la muerte, el miedo y el deseo.
Dice en sus Diarios:
«Tengo miedo de volverme loca. Miedo y deseos.Pienso que uno de los motivos por los que persisto viviendo con mis familiares es este famoso temor.
«Si bien ellos no me dan amparo ni afecto ni nada sino una cortesía lamentable y una benevolencia forzada, creo que me ayudarían -casi digo me ayudarán- cuando llegue, quiero decir si me llegara a sobrevenir un ataque o cualquier cosa por el estilo.
«Yo, nada menos que yo, quiero escribir libros, ensayos, novelas, y etc.,yo que no se decir más que yo…pero que lo siga diciendo durante mucho tiempo, Dios mío que lo siga diciendo y que no me enajene en la demencia, que no vaya adonde quiero ir desde que nací, que no me sumerja en el abismo amado, que no muera de este mundo que odio, que no cierre los ojos a lo que execro, que no deje de habitar en lo horrible, que no deje de convivir con la crueldad y la indiferencia, pero que no deje de sufrir y decir yo»
Tras permanecer cinco meses en un hospital psiquiatrico, Alejandra aprovechó un permiso para pasar el fin de semana en su casa y se quitó la vida con una sobredosis de seconal sódico. Tenía treinta y seis años de edad.
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