Cuantás personas de las que nos rodean, incluso familiares, son nuestros verdaderos amigos y están prestas a salir en nuestra ayuda sin pedir nada a cambio ? acaso la amistad se construye por cansancio, por constancia, por desprendimiento, por lealtad?, qué hace que una persona que puede no ser de la familia termina llorando con nosotros y después de compartir ratos de dolor o de alegría, se ofrece a si no más, de pura entrega, sin que detrás esté esperando ninguna recompensa.
Qué hace en suma que un amigo lo sea, sin condiciones ?
Sandor Marai, en su celebrada obra El Último Encuentro, se plantea el tema de la amistad y termina enseñandonos:
«…que la amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias.
«Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale pena ser hombre sin un ideal así.
» Y si un amigo nuestro se equivoca, si resulta que no es un amigo de verdad, podemos echarle la culpa por eso, por su carácter, por sus debilidades?
«Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel? No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada relación humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro?
Yo no lo se -le respondería a Marai- pero lo que si se es que un buen amigo es el apoyo perfecto para dormir cada noche con un poco menos de peso y con la sensación placentera de que no estamos solos en este mundo.
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