Confieso que cuando leí el título de las conferencias que daría @gabycastellanos en Caracas: “Haz el amor y no la venta”, me dije tengo que ir a esta cosa porque el título promete y quién sabe si de verdad todos los que asistamos a las benditas charlas terminemos en masa haciendo el amor unos contra otros, como ejercicio final propuesto por la gran Gaby. ¡uno nunca sabe!
Fuí. Y nos desvirtualizamos.
La vi parada en la puerta del salón, me acerqué como si la conociera de toda la vida y le dije:
-Hola Gaby, cómo estás. Soy @rafaelfarinas!.
Nos dimos un abrazo a la venezolana y contestó encantada:
-Hola Rafa, nos desvirtualizamos, qué bien.
– Así es, qué bueno. Le pregunté si extrañaba Caracas y me respondió que sí, sobre todo el cerro Ávila y la comida.
Gaby es Venezolana, SrBurns’s Ceo y estratega de los social media. Es una especie de gurú nacida en estas tierras de la arepa, que fue y se metió en el pleno centro de España, desde donde emprende a diario su rol de influencer para quien la sigue en facebook o en twitter y en cuanta red social se le aparezca a uno por el medio.
Todo una señora Burns, pues. Y acá mi visión en breve:
1. Cómo viste. Quien pretenda conseguirla de traje formal y con cara de ejecutiva de oficina 1.0 se va a caer para atrás, como condorito. Lleva Jeans raídos y tennis usados con frecuencia, le importa tres pepinos ponerse una camisa sport que le guinde a los lados, y pararse los cabellos encima de la frente como un ramillete de púas afiladitas. No es por jalar pero le quedan del carajo.
2. Cómo habla. Como podría hablar una venezolana- española, con el acentito característico del ¿”vale”?, y de vez en cuando con una grosería tan natural que pudiera provocar una que otra cara ruborizada de las damas del salón entradas en añitos. Ella aclara: es parte del habla natural de la tierra donde vivo, no os preocupéis.
3. Qué música oye. Karina, Arjona, es popera y romanticona rayando en cursi, dicho por ella misma. Dígame esa vaina: Karina. ¡Fin de mundo!. Karina es una intérprete venezolana que a finales de los ochenta fue todo un suceso y una chica encantadora que cantaba baladas lindísimas como aquella de “quiero unos zapatos de tacón…alto!” y todo el mundo deliraba y se cortaba las venas hasta que ya no le quedara en el cuerpo ni una gota de sangre y en su lugar fueran venas de amor puro y duro. Cónchale, pero eso de que aún siga embelesando a Gaby ya es como heavy, y más aún que tenga a los pobres chamos de su oficina en la madre patria tarareando todo el día sus canciones. Los pobres tipos están que salen todos corriendo en dirección a la calle, entre gritos y alaridos: ¡Karina otra vez, nooooooooooo!
4. Manías. Toma Frescolita como agua bendita. Se infirió como tres latas en menos de lo que canta un gallo y lo reconoció en público: #soycolitadicta.
5. Qué dijo. Unas cuantas cosas interesantes, divertidas, actuales. JESUCRISTO fue la estrella de su primera hora, pero no para evangelizarnos a todos sino que Gaby lo tomó como ejemplo para decir que fue el primer INFLUENCER porque el tío -como dijo ella- supo diferenciarse desde el primer momento, transmitía buen rollo, repartía amor por doquier, nunca pidió nada a cambio y defendió que todos somos iguales: Nació en una época equivocada -dijo-. De haber nacido ahora tendría millones de seguidores, y precisamente éstos le hubieran evitado el final que tuvo.
Y enseguida Gaby nos legó sus 10 mandamientos del social media: 1) Amarás al prójimo como a ti mismo, es tu Dios, es quien decide. 2) No tomarás el nombre de tu marca en vano, 3) Santificarás los entornos sociales…dedicarás tiempo, dinero y talento, 4) Honrarás a tu marca y a tu cliente, 5) No faltarás a tu cliente…aceptarás las críticas y ofrecerás soluciones, 6) Siempre medirás, 7) Aprenderás…tu cliente aprende rápido, tu también deberás hacerlo. 8 ) Deberás creer en tu prójimo…tus empleados son los mejores evangelizadores del negocio. 9) Entenderás su poder…hablarán de ti aunque no quieras, y 10) No desearás la estrategia de otro cliente…cada cliente tiene sus objetivos.
Salí encantado, feliz de haber escuchado a la querida Gaby y aprendido de ella unas cuántas cosas útiles que no se me olvidarán fácilmente. Llenó plenamente mis expectativas.
O mejor dicho. Todas menos una.
Mi parte de macho del trópico no entrenada para comportarse en sociedad, aun me acosa y pregunta insistentemente:
¿Y dónde era la parte de esas charlas donde hacíamos el amor?
¡Plop!
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