Desde hace ya un tiempo, se viene generando un debate interesante en la industria de la música digital a propósito de la denuncia hecha por portales como Business Music Worldwide , Vulture y The Guardian, en el sentido de que proveedores como Spotify -una plataforma de streaming con más de 100 millones de usuarios activos- podría estar usando falsos artistas en sus servicios habituales de streaming de música online.
Efectivamente, en el primero se destaca que Spotify ordena la producción de sus propias grabaciones y las pone en sus playlists que se convierten luego en los más ejecutados, con millones de transmisiones. En el segundo se pone en cuestión el rol de los playlists y los beneficios que podrían derivarse de esta práctica cuestionada en los citados portales. Y en el tercero se reseña cómo se crea música instrumental -sobre todo y especialmente música para relajación y dormir- que luego se coloca en playlists más populares, lo cual permite que Spotify evite con ello pagar millones de dólares en royalties por su servicio de streaming.
¿Y cuál es la posición de Spotify en esta polémica sobre el streaming?
Spotify lo niega. Como puede leerse en esta nota de The Guardian la plataforma señala que nunca ha usado falsos artistas y mucho menos los ha puesto en sus playlists.
Tómese en cuenta que se hace alusión a una lista de 50 artistas que usualmente aparecen en el top de las listas, y respecto de los cuales p.ej. suele desconocerse algún perfil fuera de la propia plataforma de Spotify y carecen de una biografía detallada en el site.
Es categoricamente falso -dice Spotify- y agrega que pagan los derechos que corresponden a los titulares de las obras de cada track que se transmite en el servicio. Concluye diciendo que no es titular de derechos sobre las obras, que no es productor fonográfico y que toda la música usada en la plataforma de streaming es licendiada directamente a los titulares y pagada a ellos, con lo cual niega que se pague a sí mismo como se sugiere en los anteriores portales.
Algunas reflexiones sobre esta polémica
Sea cual fuere la verdad acerca de esta polémica, lo cierto es que la industria de la música nada gana con ello. Se pone en duda la credibilidad de los servicios de streaming -y de Spotify en este caso- para ofrecer en términos éticos el servicio de streaming de música a sus usuarios.
Asoma este caso la posibilidad de que en el supuesto de que fueran ciertos los aludidos señalamientos, el rol de los verdaderos y reales artistas quedaría desplazado por métodos cuestionables.
Y si eso fuera así, nos preguntamos también: ¿una situación como esa no atenta también contra el derecho de autor y derechos conexos al pretenderse -según las notas analizadas- disminuir el pago de derechos de autor y royalties con el alegato de reservarse un porcentaje de ellos para «artistas» entre comillas, respecto de los cuales casi nadie conoce ni sabe nada?.
Tal vez al final de la polémica, las aguas vuelvan a su cauce y se aclaren. Al fin y al cabo, todos los actores de la cadena de comercialización de la industria de la música digital -Spotify entre ellos- sabe que el mejor negocio es la apuesta definitiva por un sistema de distribución justo, legal y transparente.
En eso creemos.
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