Recientemente leí una entrada de Elliot Volkman, en socialmediatoday, titulada The Structure of a Perfect Tweet, en la que, de manera muy sencilla, nos orienta cómo sacarle el mejor provecho a nuestra cuenta en twitter, bien que nos hayamos dado de alta por razones de negocio, o bien por puro placer del bueno.
Me dije, cónchale, es verdad, eso de twittear tiene su técnica, su magia, su encanto…claro tampoco es que nos vamos a aparecer ahora proclamando a los cuatro vientos que existe una fórmula mágica como el H2O para llegar a ser un perfecto twittero, pero tampoco podemos dejar de reconocer que el ejercicio de esta actividad tiene sus propias mañas.
Poco nos interesa acá las artes twitteras de @aplusk o de @oprah o @perezreverte, no. Eso no es lo que motiva esta antrada, sino más bien las razones, bienintencionadas o no, que conducen a ese impulso de 140 caracteres que puede llegar a ser más letal que la picadura de un serpiente de cascabel, o más benigno que unas palabras de la Santa Madre Teresa de Calcuta. Por ahí sí viene la cosa, tratar de hurgar en lo más profundo del alma de cada quien y ver lo oscuro del chaparrón o la alegría del sol.
Un tweet es una ráfaga de afectos o desafectos.
Los hay de todo tipo: por su contenido suelen ser informativos, educativos, homorísticos, académicos, culturosos, melómanos, triviales. Mientras que por el ánimo que trasluce en cada frase del autor pueden leerse muy alegres, tristes, jocosos, irreverentes, groseros, envidiosos, malsanos…qué es lo que hace entonces de un tweet lo que es y no otra cosa; qué lo hace parecer a ojos de algunos como el abrazo caluroso de un niño, y a otros como ametralladora mortal en pleno medio oriente.
Sin duda es el afecto o el desafecto. Sin duda es la huella nuestra que va allí en ese mensaje velóz de 140 caracteres que nos mostrará tal cual somos ante los demás, ohh jueces impacientes que esperan como el verdugo espera para bajar el hacha.
Por eso, cualquiera sea la trinchera que elijas, elige bien, con convicción. No seas ámbiguo, ve de frente y muestra tu autenticidad al mundo aunque el mundo le importe tres pepinos lo que a tí te importe.
1. Noticiosos. Si eliges un perfil noticioso, pues informa. Haz tu propia base de datos de fuentes. Ve a ellas, a las fuentes originales, lee de cabo a rabo todo, selecciona lo que te parece apropiado, útil, y que por ello merece ser compartido con tus seguidores. Luego entonces envía ese tweet, convencido de que alguien en el algún lugar del mundo mundial, si es que no te has quedado completamente solo, lo leerá con interés. Si eso ocurre habrás justificado ese esfuerzo tuyo, si por el contrario nadie te lee, disfruta del placer de compartir sin esperar nada a cambio.
2. Conversadores. Asúmelo, tu fuerte es hablar con todo el mundo y entonces debes procurar hacerlo con profesionalismo si te gusta ser medio formal, pero sino entonces hazlo informalmente y habla de todo cuanto te guste y pregunta y responde y vuelve a preguntar y responder de nuevo hasta que no le quede la duda a nadie que eres el mejor conversador de la tierra, por lo menos en la primera etapa porque de seguro estás entrenando para serlo de todo el universo. Usa twitter como un auditorio global donde puedes formular todas las preguntas y estar dispuesto a contestarlas…o llamar a un amigo.
3. Simpáticos. Si este es tu caso, seguro que agradas a medio mundo y tus seguidores se multiplican como los panes en el banquete de Jesús. Has escogido la vía más segura para hacerte de buenas compañías, pero recuerda que la simpatía es un don, no una pose. Se es simpático de corazón conforme a la naturaleza, no por conveniencia; quien pretende serlo a la fuerza y sin alma, termina como protagonista de su propia comedia.
4. Profesionales. Twittea todo cuánto sabes, de lo que sabes. Envía links relacionados, construye contenido temático, da consejos a tus seguidores, recomienda lecturas o sites, ofrece ayuda, genera debates en los temas que dominas, y se humilde en el aprendizaje de los que no conoces, o conoces poco.
5. Ególatras. Asume tu condición de gurú de tí mismo, el «YO» como centro del planta. Al fin y al cabo cada quien es experto de sí mismo, por lo menos eso es lo que parece. Por lo tanto, no pretendas el favor global de quien apenas has mirado, mejor ve a tu espejo, míralo, y allí encontrarás la mejor compañía.
Milan Kundera, en La Insoportable Levedad del Ser, dice que todos necesitamos a alguien que nos mire. Y de acuerdo al tipo de mirada bajo la cual queremos vivir, nos divide a todos en cuatro categorías: la que añora la mirada de una cantidad infinitad de ojos anónimos, la que necesita la mirada de muchos ojos conocidos, y la que necesita la mirada de la persona amada.
Yo confieso twittear con un poco de cada uno de estos 5 perfiles, pero en cuanto a las categorías de Kundera, prefiero la cuarta: la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes, es decir, los soñadores.
No Comments