DEDICATORIA: ¡A todos nuestros amigos twitteros, de corazón!
Estamos del lado de las dudas porque las certezas nos crean desconfianza. Siempre nos han atraído las cuestiones que tienen múltiples respuestas, que cuestionan los dogmas, que estimulan la búsqueda en todas direcciones.
Desde el instante mismo en que el ser humano lo da todo por sentado, ha empezado a envejecer. Otros dirán, no, es que ya tiene experiencia y lo sabe todo y por eso no cuestiona nada o en todo caso para qué darse mala vida con eso si el mundo ya está inventado y no hay por qué afanarse. Si observamos con detenimiento el número de por qué formulados diariamente, notaremos que es inversamente proporcional a nuestra edad. A menor edad, mayor curiosidad. Cuando niños somos inquietos, preguntones, dudosos, cuestionadores, irreverentes. Es como si la desconfianza fuera el mejor escudo contra las aseveraciones lapidarias de nosotros los adultos.
El niño no da nada por sentado: pregunta.
-¿Por qué no se cae el cielo?
-¿Como llegó mi hermanito a manos de la cigueña?
El niño es directo: muy simple y lógico.
Un día visitaba el cerro Ávila de Caracas, y desde allí divisaba el lado opuesto: el Mar. Hermosa vista en lo alto de la montaña, desde donde mirando en perspectiva se confunden en el horizonte, muy a lo lejos y en una línea nítida, el Cielo y el Mar. Por un segundo no supe diferenciar adónde estaba cada cual.
Pregunté en voz alta a mis acompañantes:
-¿Dónde está el Cielo y dónde el Mar?
– Muy simple -respondió un niño del lugar- ¡¡el Cielo está arriba y el Mar está abajo!!
¿Será por eso que los dogmas no suelen calar bien entre los más jóvenes?
Cioran solía decir que su fuerza era no haberle encontrado respuesta a nada, mientras Santayana, por su parte, afirmó que el punto culminante de la vida es la comprensión de la vida. Todo el mundo se pregunta cosas -concluye Savater- y el secreto está en mantener viva la curiosidad que da nacimiento a esas preguntas. La filosofía pretende seguir manteniendo vivas las cuestiones que nos hacen humanos.
Cómo olvidar aquella duda hermosa de Neruda:
-¿Si todos los ríos son dulces de dónde saca sal el Mar?.
Y en seguida la respuesta aún más hermosa de los niños, en el libro de Marty Brito Paut:
-¡¡ De las lágrimas de los probres!!
El fin del año es ocasión para hacer recuentos, balances, revisiones, promesas. Bienpensadores hay que juran por la madre que los parió que no tomarán más licor sino hasta el próximo año y lo cumplen: el primer fin de semana de enero se emborrachan de nuevo. Otros hacen listas de libros por leer, libros que escribir, amigos que tachar, enemigos que perdonar, novios o novias que botar…y hasta futuros viajeros hay que sacan a la media noche del 31 sus maletas vacias por el vecindario y luego las guardan y las vuelven a sacar el 31 del año siguiente y asi sucesivamente hasta que la maleta ya harta de salir religiosamente cada año sólo al frente del edificio, se enferma y muere de desesperanza.
Yo, en cambio, solo renuevo dudas. Así evito cosificarme.
He aquí algunas de ocasión, simples, acuciantes.
1. ¿Cómo se llama el lago que lloramos en diciembre?
2. Si la navidad es tiempo de paz….¿por qué no guardamos un poquito de navidad para el resto del año?
3. ¿Por qué no mostramos después del 31 las mismas ganas de abrazar?
4. ¿Adónde se va la alegría después de navidad…existe acaso un depósito de alegrías?
5. Cuadro: una aldea muy humilde, hombres y mujeres semidesnudos y descalzos, mirando al cielo, desparramado en fuegos de artificio: ¿alegría de soledades?
6. ¿El abrazo es una promesa o una disculpa?
7. ¿A qué edad mueren los años viejos?
8. ¿Qué celebran en diciembre el Pavo y el Cerdo?
9. ¿Si en este mes decrecen los odios, por qué no un calendario de sólo diciembres?
10. ¿La amistad es una navidad perpetua?
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