A propósito de este reclamo de más de 400 artistas, compositores y editores de música me he vuelto a preguntar hoy lo que desde hace un tiempo me viene inquietando: ¿es realmente justo el sistema de distribución de la música digital para los autores?.
Esa interrogante me la he formulado porque lo que si doy por cierto es que gracias a este sistema la exposición, difusión y consumo de obras musicales se ha incrementado a niveles impensables hace apenas una década. Sin embargo, pareciera, por algunas consideraciones que aquí hacemos, que ese boom no ha alcanzado a los autores y compositores de las obras, por lo menos no de la misma manera que ha beneficiado a los demás actores del ecosistema, entre ellos a los usuarios.
Las etapas de un negocio creciente
El proceso de venta de la música digital ha tenido sus etapas. Al comienzo, hubo rechazo por parte de los productores fonográficos tradicionales de música (majors) al sistema digital. Preferían seguir apostando por la venta de soportes tradicionales (CDs y DVDs por ejemplo), mientras que el mercado pedía a gritos un giro a la distribución de música vía los canales y plataformas digitales. El argumento de los primeros fue que el mercado consumía aún a gran escala los soportes tradicionales, mientras que los usuarios alegaban que la entrada de la industria tradicional a la venta de música digital implicaría precios más bajos, mayor y más variada oferta de productos y mayor control en manos de los usuarios sobre lo que realmente deseaban comprar, por ejemplo.
Luego vino la etapa de la aceptación y comptencia en el mercado digital por parte de las majors y productores independientes, y así llegamos hasta hoy, donde según las estadísticas que podemos leer en el informe sobre la música digital de la IFPI 2015, las ventas digitales ya se equiparan a las tradicionales. Concretamente, 46% en ventas digitales y 46% en ventas de soportes, lo que representa en el primer caso la cantidad de 6.850 millones de dólares.
La música digital: streaming es el rey
Por su parte, en esta nota de la RIAA, la industria de la grabación de los Estados Unidos de Norte América, se lee que los servicios de streaming, que incluyen suscripción a plataformas como Spotify, Tidal y Apple Music, entre otros, streaming radio (Pandora, SiriusXM, etc), y otros servicios de streaming soportados por publicidad, tales como Youtube, o Vevo, representan ya el 34,3% de los ingresos totales, superando por primera vez en el 2015 a los servicios de descarga que alcanzaron 34 %. En cifras, el servicio de streaming total generó en EEUU ingresos durante el 2015 por la cantidad de 2 mil cuatrocientos millones de dólares.
Voces que reclaman un sistema más justo
Ahora bien, en medio de esa danza de números que hacen ver a la venta de música digital como una iniciativa empresarial pujante y exitosa ¿por qué surgen entonces algunas voces dentro de la propia industria que cuestionan el sistema y piden un mejor trato?.
Primero fue Taylor Swift, luego David Lowery, más tarde Melissa Ferrick, por solo citar algunos casos, y más recientemente las voces unidas de cientos de artistas, compositores y editores que reclaman en EEUU la adecuación de la DMCA a los nuevos tiempos, para armonizarla con los usos digitales y que permita establecer un mayor equilibrio entre titulares de los derechos por una parte, y usuarios y plataformas, por la otra. Como dice la nota, se han unido para demandar de las autoridades el impulso de la economía de la música y crear un ecosistema más saludable y estable para la nueva generación de cantantes, compositores y músiscos.
Como puede verse en este artículo de hace unos años, el esquema de participación económica entre platafaformas, productores, artistas y compositores, no es del todo justo. El ecosistema de la música digital beneficia a los grandes productores y es justo que sea así, porque invierten; beneficia a los gigantes de la tecnología que proveen las plataformas para distribuir los contenidos musicales, y beneficia también a los usuarios que cada vez acceden (a través de sistemas de suscripción o soportados con publicidad) a mayores y mejores servicios digitales de música.
Sin embargo, no es justo que los autores y compositores -y consecuencialmente los editores- tengan que soportar en cambio cada vez más excepciones legales al ejercicio de sus derechos, tarifas bajas y controladas, bajos ingresos por comunicación y reproducción, incumplimientos reiterados a sus derechos, normas legales sobre derecho de autor que se violan a menudo o no se aplican, y mucho más.
Para decirlo con palabras de Cary Sherman, Chairman & CEO de RIAA, el futuro de la música es brillante. La popularidad de la música es más grande que nunca, la música es hoy un gran impulso para nuestra cultura y economía, pero se requieren reformas que aseguren un verdadero equilibrio para todas las partes del ecosistema (compañías de discos, empresas de plataformas digitales y redes sociales, usuarios, editores, etc), y sobre todo, decimos nosotros, que asegure a los autores y compositores de las obras una participación económica más justa y un mayor respeto a sus derechos en esta nueva realidad de la música digital.
Así ha de ser!
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