Somos seres gregarios por naturaleza; amamos la compañía, sobre todo la buena compañía.
De chicos, jugueteamos sin malicia con los demás niños y si no los tenemos cerca los inventamos. He allí la razón por la que a menudo -a temprana edad- solemos dar la impresión de que hablamos solos, cuando la verdad es que lo hacemos con nuestros amigos inventados, esos fantasmas ocultos que están por todos los rincones y acuden a nuestro encuentro con tan sólo invocarlos en voz baja. Jugamos de todo y todo en nuestro mundo es un juego. Preguntamos mucho y las respuestas realmente no nos importan. Un niño jamás querrá tener respuestas que lo conviertan anticipadamente en un adulto.
De adolescentes, en cambio, somos más bien retraídos, rebeldes, introvertidos, solitarios. El bullicio apesta, y nuestra búsqueda se reduce a cómo hacer para juntarnos con otra soledad para hacer dos soledades que terminen siendo una compañia, que no fastidie…que pregunte menos.
Ya adultos, no preguntamos nada. Obvio, el adulto cree saberlo todo y por eso se abstiene.
Por eso de adultos terminamos rodeados de gente a la que siempre tememos cuestionar o preguntar por regla social, o porque el Manual de Carreño aconseja que donde vayais lo que veais, lo que traducido al castellano significa: aunque te parta un rayo, cállate la boca. !
Cómo entender y convivir pues con esos amigos adultos. Es que acaso se creen ellos de verdad con el derecho a llamar a cualquier hora para contarte sus cuitas más triviales, pedirte dinero prestado, hablar a sus espaldas de un amigo común, o simplemente felicitarte entre dientes por un acierto de género mientrás por dentro los revienta la envidia?. Qué fuerza de la naturaleza podría devolvernos a la niñez para decirles en ese momento a esta clase de amigos offline, con nuestra cara angelical y el desparpajo del Chavo del Ocho:
– Pedro.
-Sí, Rafael.
-Por qué no pintas algo.
-Qué podría ser.
-Un bosque y piérdete !
Esa realidad usual del mundo offline nos ha ido arrastrando lentamente a los amigos online, seres omnipresentes de hoy que sólo se esmeran por ofrecernoss sus virtudes….lo demás no importa. Aquí algunas:
1. Preguntan y estimulan hacerlo. Es como volver a ser niños de nuevo. Lo preguntan todo, desde el lugar donde nacimos hasta la comida típica, el clima, pasando por el tipo de cambio del país, y terminando con las perplejidades nuestras, sobre todo aquellas acerca del origen de la sal en el mar, el sexo de los angeles y la inmortalidad del cangrejo.
2. No Envidian. Ernesto Sabato, el gran escritor argentino, nos enseña que el ser humano suele tener una palabra de condolencia para los familiares de su semejante muerto, no porque lo lamente, sino como tributo final al hecho de que el muerto ya no será su competencia. Los amigos online no actúan así. Son más sinceros, no te ven como competencia ni la temen. Cómo temer de alguien a quien sólo encuentras en la red con el gesto de la mano y el impulso de un click ?
3. Son espontaneos. Los amigos 2.0 comparten de todo y con todos. No son tacaños y te ofrecen en abundancia. Desde un link de interés hasta una frase o una fotografía suelen viajar por la red con la velocidad del rayo y la encomienda de hacernos feliz. De modo que no hay que esperar hasta el día siguiente para tener alegrías. Cómo no ofrecer en abundancia si la red inagotable alcanza para todo, hasta para organizar una entrega de plegarias virtuales en cadena, en menos de 3 minutos, desde Los Pirineos a la Tierra del Fuego.
4. Están lejos. Tan cercas como un click y tan lejos como más nunca. No los vemos sino en la pantalla de nuestros computadores y los sabemos tan remotos que de solo saberlo nos entra un fresquito. O es que acaso vamos a negar que más de uno de nosotros casi muere de un infarto cuando una pareja de amigos offline se nos ha presentado en casa, sin avisar -con el cuento de darnos una sorpresa- cargando a cuestas con un niño recien nacido, la abuela reumática, un perro de pulgas, y un loro. Dios !. Los amigos online son una bendición !
5. Ninguno se comerá tu queso. Cómo van a comerlo sino tendrán núnca la oportunidad de saber donde estamos fisicamente. Y si llegaran a saberlo, no es de sabios propiciar el encuentro, pues la ilusión de la amistad nace de la distancia y el misterio hace la magia. Dos seres hartos de si mismos sucumben sin remedio a las fauces del tedio.
Terminada esta entrada y aún en el estudio, me quedé reflexionando un poco más sobre el asunto.
Acaso Internet nos hará cada vez más virtuales y menos humanos ? o acaso la necesidad de amistad es tan grande en estos tiempos de hoy que se ha mudado a otros nichos. Cualquiera sea la verdad, me dije, la mayor diferencia entre mis amigos offline y amigos online es que tendré que lidiar muy a menudo con los desaciertos de los primeros y aún así seguirlos queriendo, mientras que los excesos de los segundos los puedo resolver para siempre con tan sólo una tecla de mi PC.
En este último caso, sí, lo haría sin duda. Apretaría la tecla, convencido de que las lágrimas no circulan por las redes digitales.
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