Muchas personas con cuentas en twitter, facebook o cualquiera otra red social hemos empezado a pensar seriamente en el destino de éstas, una vez que nos larguemos sin retorno y sin followers directo al otro mundo. Las inquietudes son muy simples: ¿la muerte física implica necesariamente nuestra muerte online?, ¿puede una persona -en un acto de última voluntad- encargar a un tercero la administración de sus cuentas y seguir tan campante en la red como si nada hubiera ocurrido?.
No es un asunto menor.
Hay por lo menos dos posibilidades de acción en estos casos: i) nos morimos como se muere todo el mundo y damos por asumido que cualquier vestigio de vida nuestra ha de desaparecer inmediatamente de la faz de la tierra, incluyendo -por supuesto- nuestros perfiles online, y ii) no nos damos por vencidos y más bien trazamos unas directrices para que un mandatario vivito y coleando asuma el rol de mantener las cuentas, con expresas indicaciones de no salirse ni una pizca de nuestras propias reglas de conducta…un clon online, pues.
Si éste último fuera el caso, podría tener la decisión algunas repercusiones éticas, morales, y hasta jurídicas si no se aclara de antemano que la cuenta ya no está siendo atendida por el muerto, sino por un vivo de carne y hueso. Si maliciosamente se mantiene en secreto la muerte del titular de la cuenta con el propósito de hacer ver que es él quien sigue twitteando, no dudamos que en vez de uno, serán dos los difuntos. El bendito clon terminará tarde o temprano descubierto y apaleado sin piedad por la legión de seguidores burlados, quienes no soportarán haber estado interactuando con un desconocido, creyendo que lo hacían con aquel a quien seguían y que yace ya dos metros bajo tierra.
En todo esto cavilaba el twittero, y dijo:
-!No, ni de broma!. En mi condición de abogado elaboro ya mismo el testamento.
Inmediatamente puso manos a la obra. Fue al estudio y sin demora redactó lo que fue dado en llamarse: Las Top 5 cláusulas del testamento del twittero, que fueron suyas pero que bien pueden servir sin duda a cualquier twittero que tenga en sus planes morirse algún día. !Uno núnca sabe!
Helas aquí.
Quién suscribe, JRF, mayor de edad, en mi condición de twittero, mentalmente hábil hasta donde sé, declaro que es mi voluntad respecto a las cuentas en twitter y facebook que a mi muerte éstas se mantengan activas, para lo cual el nuevo administrador ha de seguir estrictamente las 5 disposiciones que se indican a continuación:
1. De las cuentas. Entiéndase por tales mis cuentas en las redes sociales: facebook y twitter. Jamás las cuenta del banco, ¡mosca pues!. La regla aquí es muy simple y la he aprendido en más de un tweet leído por ahí: en facebook se admiten a los amigos y en twitter se siguen a los que esperamos lo sean. Mis principios son muy simples: no escribir de política partidista, ser útil a los demás, no responder ofensas de nadie y alentar a los amigos. La contraseña es la misma para ambas cuentas: xxxxxxxxxxxxx y es mi voluntad que las administre el librero del pueblo. Que por qué él. Bueno, es un gesto de gratitud por la cantidad de libros que me dejó llevar solidariamente y sin retorno de la biblioteca pública, haciéndose el menso.
2. Del contenido de los tweet. Con sólo seguir los principios de la cláusula uno, todo irá bien. Por el amor de Dios, jamás ha de postearse acerca del festival del sombrero de la reina Isabel, el divorcio de Tiger Wood, o el noveno matrimonio de Elizabeth Taylor. Déjese a esa pobre gente en paz que ya tienen bastante. La tecnología, la PI y la literatura son mis temas preferidos, hablar de ellos con frecuencia mantendrá el perfil. Pero, ¡cuidado!, no todo lo que se publica es literatura, aunque se haya vendido alguna vez en la librería Marks & Co, de la 84, Charing Cross Road.
3. De mis seguidores. A ellos hay que mimarlos, atenderlos, saludarlos, responderles diariamente, hacerles RTs y darles #FF. No se ha de spammear, generar discusiones estériles, ni mostrar un perfil irreverente al twittear que haga que ellos salgan corriendo y le den a la cuenta unfollow varios, sin piedad. Sea humilde. No olvide ni un minuto la sentencia de Umberto Eco: «Nada detendrá la vanidad».
4. A quién seguir. Siga a quien le sigue, pero jamás a vendedores que le ofrezcan ganarse 5 mil dólares por tweets o un viaje por Champs Elyseés en la carroza de Cenicienta, a las doce de la noche. De esta gente aléjese y busque más bien personas afines a sus intereses….no sea farandulero que Ricky Martín dijo ya lo que en su pleno derecho tenía que decir y Angelina no es anoréxica. No se enferme por la falta de atención de los gurús de twitter, y si después de treinta años de estar siguiéndolos, recibe por fin de ellos un DM, una mención o un follow, por lo que más quiera, no empiece a pegar gritos como loc@, tómese más bien una taza tibia de té siberiano y cuente hasta cien antes de que le empiece a dar una vaina.
5. Mañas de twittero. Finalmente, no debe olvidar por nada del mundo: twittee preferiblemente en horas de la mañana y en la noche, pocas veces desde el trabajo y nunca cuando esté en su luna de miel. Las horas de la mañana y de la noche tienen mayor tráfico de tweets, las horas laborales -salvo que le paguen por twittear-son de la empresa, y en la Luna de miel en vez de twittear se suele hacer otra cosa aún más divertida, a menos que ese matrimonio no sea realmente una miel.
Un año después. En el cielo.
-San Pedro!
-Si hijo mío
-Necesito volver a la tierra aunque sea por un instante.
-Para qué, hijo?
– Para mandar a las pailas del infierno al librero malnacido que administra ahora mis cuentas en #redessociales, por haber cometido el delito infame de damnatio memoriae.
-Y eso qué es?
-Me borró del mapa y me echó postmorten al olvido.
-Cómo?
– Cambió mi avatar y colocó en su lugar una foto de pink floyd en un concierto en Londres de Rockparadise, se dio a la tarea nefasta de spammear a medio mundo con invitaciones fantasmas a un festival de franelas mojadas y perversidades varias, dejó de saludar a los amigos y nunca más dio un #FF a nadie. Colocó también un tremendo y vistoso «Like» en la página de playboy, subió videos y viejas fotos al desnudo de Pamela Anderson y ofreció sin pudor a señoras desesperadas, casarlas en matrimonios múltiples en la isla de la Española. En nueve meses el único tweet que posteó el susodicho malnacido sobre «literatura» fue una referencia al libro «cómo destruir la reputación de un twittero y no morir en el intento»
-Hijo mío, sin embargo he recibido acá en el Cielo noticias de gentes de tu pueblo quienes dan cuenta de que los motivos innobles del librero fueron por venganza.
-Cómo así?
-Sí, hijo mío. Él habría jurado por la madre que lo parió tomar venganza de ti tarde o temprano. Tú, pobre twittero distraído, hace diez años atrás te llevaste de la librería sin darte cuenta, entre un montón de libros usados, su ejemplar autografiado del KAMASUTRA.
Plop!
1 Comment