Un avatar es una representación gráfica que nos identifica, que nos muestra a los demás, que asoma sin pudor un trozo de nosotros.
En las #redessociales solemos usar una fotografía, a menudo la mejor que tengamos por ahí porque eso de salir feísimo y quedarse rayado para siempre sin remedio, está out, es cosa del pasado. Ahora posamos y salimos lindos, de manera que si la realidad se ensaña sin piedad con nosotros al punto de que las cámaras digitales de última generación no puedan hacer nada por el desastre que somos, gritamos: ¿ahora, quién podrá defendernos?, y enseguida se escuchará un ¡yoooo! rotundo del fotoshop, como el grito hilarante aquél del Chapulín Colorado.
En fín, estamos todos hoy destinados a la hermosura, a ser candidatos eternos a un concurso de adultos Gerber.
Esa es la razón por la que la gente en las redes sociales, especialmente en twitter y facebook, mostramos lo mejor de nosotros y ni por nada del mundo ponemos en evidencia cualquier detalle personal que pueda alejarnos de esa imagen que queremos mostrar. Parece que todos gritáramos a coro ¡por nuestro avatar nos conocereis!
En todo esto pienso mientras intento dormir. Justo acabo de llegar de la fiesta que organizamos a varias manos en el club BITS con el propósito de conococernos todos personalmente, compartir, hacernos de carne y hueso, ser más que puros amigos binarios en las redes sociales.
Allí nos encontramos, nos presentamos, nos dimos las manos, nos abrazamos y a ratos casos hubo en que casi nos da una vaina de la impresión. Reinó de entrada la armonía, pero sobre todo la curiosidad por el otro: !qué cara, qué cabellos, cómo habla, qué engreído, qué hermosa, qué feo, qué inteligente, qué bruto…qué sorpresa!
Sorpresa, sí. Allí todo lo fue:
1. Nadie era su avatar. Todos éramos diferentes, con unos años más que la bendita foto, unos centimetros menos, piel un poco más clara o más oscurita. Los cabellos parecían también largos y descuidados en algunos casos y ni que decir de lo abultadito de las panzas de algunos de nosotros y los rollitos visibles en la cintura de las damas. Hombres y mujeres cortos de ideas y largos de lengua abundaron por doquier. Tampoco era como para morirse, pues -aunque minoría- pudo verse también de vez en cuando personajes inteligentísimos, cultos y en cuanto a belleza la realidad mejoraba al avatar: algunas mujeres u hombres parecían actores desfilando por la alfombra roja bajo los reflectores filosos de la envidia.
2. Pocos eran tan simpáticos como sus tweets. Todos corrimos a las primeras en busca de nuestros seguidores y seguidos favoritos como quien persigue a la carrera en un concierto de U2 un autógrafo de Bono. La cosa fue así como esas habituales rondas de negocios pero en este caso de #twitterfans o #facebookfans cuyo único interés era disfrutar en vivo las genialidades de los amigos online. Error. Pocos estaban suficientemente relajados como para repetir face to face lo mejor de su talento twittero o definitivamente éramos todos una cuerda de impostores online.
Así estaría la cosa que lo único genial que pudimos disfrutar todos fue cuando se anunció por el sonido interno que al cierre del evento habría una rifa y al ganador se le garantizaría como premio único un valioso followback del más encumbrado de los gurú latinos de twitter.
3. Algunos pesados y engreídos no lo eran tanto. Fue divertido conocer personalmente a gente que uno sigue de vaina por el solo hecho de que aportan muchísimo en la Red, pero que son más pesados que un collar de bolas criollas. Sorpresa!. O es que en las redes sociales asumen ellos una falsa pose de duros, o justo antes de venirse a la fiesta de los avatares se tomaron medio litro del elizir de la simpatía. Repartieron besos a medio mundo, hablaron como locos, sonrieron, se tomaron fotos de grupo y mostraron tan amables que les juro por su madre que provocaba quererlos.
4. ¿Y los expertos? Era la pregunta que todo el mundo repetía en el salón, algunos hasta indiscretamente. Se juntaron muy ellos, se fueron a un rincón especial y allí hubo hasta anillos de seguridad que robotaban sin contemplación a los pobres twitteros noveles, hombres y mujeres, que se acercaron embelezados como la niña aquella de la Fan Enamorada, la canción de Servando y Florentino. Ese día quedó demostrado una vez más que el conocimiento no compartido es pura vanidad.
5. Muchos eran ya parejas online o venían por lo suyo. Fue sin duda el momento cumbre de la noche. Por el interno se había anunciado desde el principio que esa noche conoceríamos el noviazgo online de varias parejas de facebook, presenciariamos compromisos matrimoniales entre twitteros, besos públicos sorpresa, anuncios de 10 matrimonios nextday en Punta Cana, entre ellos el de un político de renombre con un empresario de casinos, y hasta una boda civil habría entre una twittera de San Martin de los Andes con un twittero de Salamanca.
-Cómo dormir- me pregunté de nuevo, dando vueltas en la cama.
Todo, absolutamente todo, se había venido abajo, terminado intempestivamente. Por el interno, con voz de tragedia y en el momento culminante de la fiesta, se había dejado oir esta vez que todos los anuncios previos se dejaban sin efecto, incluyendo los compromisos matrimoniales y bodas, entre ellos el del político de renombre, quien resultó ser el dueño del local. Él mismito se encargó de echarnos a todos a punta gritos de despecho.
La causa de esta tragedia: los amigos online se habían desilucionado al verse, se habían tocado, se habían olido…nada parecía lo que era, todo era distinto, diferente, real. La ilusión online había terminado.
En medio de ese pandemonium, sólo un par de viejitos twitteros que se acaban de conocer en el evento, salieron de allí muy alegres en medio de los gritos, tomados de las manos y prometiéndose ser felices para el resto de sus vidas, que viéndolo bien tampoco era mucho.
Quizás mañana cuando despierte -me dije- esto no habrá sido más que un mal sueño y mis ilusiones online permanezcan intactas.
Acto seguido apagué la luz.
No Comments