Las personas con impedimentos para hablar se las han ingeniado a lo largo del tiempo para establecer a toda costa un mecanismo alternativo de comunicación con los demás. Desde los grabados en las paredes de las cuevas y subterraneos, pasando por los ruidos guturales, el grito, las señales de humo, hasta llegar a la escritura. Pero sobre todo, han tenido el silencio y vaya cuán profundo y prolijo podría ser el discurso silencioso de quien no tiene una palabra para dar.
Todo ello conduce a una conclusión evidente: al ser humano le gusta comunicarse con sus pares, pero sobre todo ama hablar, hablar sin parar y sin importarle mucho si nos escucharán. Por lo general, en una conversación de grupo el ser humano no escucha a los otros sino que espera impaciente su turno para hablar…sufre de incontinencia verbal.
En la calle, por ejemplo:
– Mi amor, que bella estás hoy, pareces una flor de esas que espero ver todas la mañanas al levantarme y oler en mi jardin para que mi corazón se despierte y me impulse a salir a tu encuentro como quien sale al encuentro de la última coca cola del desierto -se oye el piropo desde la esquina de la plaza. !
– Ridículo – es la respuesta inferida. &&&&$$$»»»?????????%%%% (censurado el resto del discurso de ella, quien ni siquiera mira)
– ¿Y ésta que se habrá creído -masculla entre dientes el inferido- que por llevar esos pantaloncitos apretadados y tener ese porte de quinta finalista del miss Venezuela piensa que tiene derecho a maltratarme así de esta manera, a mí que soy apenas lo mejor que viene quedando de la fauna masculina casi ya en extinción? … no hombre vale !! . Y por ahí se va él, refunfuñando y soltando como cien palabras por minuto en un discurso interminable para sí mismo.
En el juzgado…
– Señor Juez, de conformidad con el artículo 1578 del código incivil de esta república de hombres probos y no tantos, declaro la impertinencia y falta de idoneidad del valor probatorio de la pruebas acopiadas y producidas en el debate probatorio por cuanto de las mismas no se desprende, con indubitable certeza, que nuestro representado fulano de tal…..wao !!!
En la Comisaría de Policía, en el acta del suceso:
«Trátase de cuerpo másculino de lividéz cadavérica en posición de decubito dorsal con orificio de entrada en el parietal izquierdo con salida en la oreja derecha presumiblemente ocasionado por arma de fuego disparada a corta distancia, pues se aprecia anillo negro alrededor del orificio…»
Así hablábamos, y así escribíamos.
Pero todo esto cambió. Un buen día, a principios del siglo XXI, a Twitter se le ocurrió que nuestro discurso 2.0 había de reducirse a 140 caracteres.
Fin de mundo!
Inmediatamente hubo una revolución: los piropeadores habituales se sublevaron por miles y marcharon hasta la Asamblea Nacional reclamando el derecho de mantener su interminable verborrea en la red del pajarito azul.
– «esta limitación viola nuestros derechos, es anti cultural, es anti-idiosincrático !
Los abogados, más conservadores, no marcharon pero dejaron sentada su protesta y juraron sobre la Biblia primero muertos que acortar sus brillantes discursos en los estrados de la red 2.0.
– » A ese pajarito azul somos capaces de demandarlo en litis consorcio activa todos los abogados del planeta. Qué se habrá creído» – dijeron a voces.
Por su parte, en las comisarías de policía los funcionarios callaron. Sólo se escuchó decir a uno de ellos, entre dientes:
– » Si nos piden adelantar el reporte por twitter, nos fregamos »
Como en las telenovelas, pasó un año. Hasta los más reacios se fueron adaptando, y cuando alguien les preguntaba a veces sobre el cambio por la nueva tecnología, decían, repitiendo a un filósofo venezolano, «estamos mal, pero vamos bien».
Al cabo de ese año, los cambios eran evidentes y sorprendentes:
El piropeador:
– ¿ Mamita, me dejas teclearte ?
El abogado en estrado:
– Señor Juez, reproduciendo el mérito favorable de las pruebas, declare sin lugar la pretensión demandada !
En la Comisaría, preparando reportes 2.0
«- Trátase de cuerpo masculino con disparo a quemarropa en la cara»
Dejé de cavilar sobre estos cambios que produjo Twitter en la gente.
No obstante, como reparando por primera vez que yo formaba parte también de esos cambios, me sobresalté y dije, cónchale cómo expresarle a la mujer de mis sueños todo lo que he escrito hoy para ella, esas frases hermosas que desde este hotel a solas se me ocurren en su ausencia y que suenan más o menos así:
«Mi lejanía presente en este instante en que te estoy pensando, podría ser al mismo tiempo una lágrima tuya que quisiera ser río y venir a mi encuentro y llevarme contigo y volver a ser gota no ya de lágrima, sino de sudor de nuestros cuerpos juntos».
-Me fregó Twitter, dije.
Cinco minutos después me senté de nuevo al computador.
-No, dije sonriente.
Abrí mi cuenta de twitter, borré la frase anterior que excedía de 140 caracteres, y en su lugar simplemente escribí como DM:
– «Te amo «.
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