La ansiedad inútil lo es porqué solo se origina en tu mente y no suele cambiar el curso de las cosas.
No porque seas apresurado y ansioso adelantarás lo que ha de ser; todo tiene su tiempo.Tras la noche llega el día, la lluvia da paso al sol, el invierno a la primavera, el llanto a la risa. Pero todo a su tiempo.
Querer por anticipado y ahora lo que ha de ser en su momento es como pretender que un bebé nazca ahora, sin meses de gestación y formación.
La persona que sabe hacer y esperar sin ansiedad disfruta de lo que ha de llegar porque lo vive diariamente; y eso es así porque la llegada no es solo un instante en el futuro sino cada minuto de cada hora de cada día.
En el tren con la ansiedad inútil
Digámoslo desde el principio: desde que el hombre inventó el reloj no ha parado de correr. A partir del instante mismo en que te levantas gracias a la alarma del despertador que no te dejará estar en cama ni un minuto más, todo es frenético: estirar el cuerpo para que fluya la circulación, ir al baño, tomar la ducha, vestirte de prisa, comprar un «delicioso» desayuno fast food de pasadita en la tienda de la esquina, correr al bus o al metro y mientras logras apenas estarte en el andén, dar dos mordiscos apresurados y un sorbo tras otro.Todo es vertiginoso. Hace dos veranos constaté en el Metro de New York lo que ahora leo en el libro de Carl Honoré: Elogio de la Lentidad, ésta realidad que simboliza el mal de comienzos de siglo: el neoyorkino medio -y en general el hombre de hoy, diría yo- «siempre camina como si tuviera una buena cena por delante y un alguacil por detrás».
Los medios sociales en la era del furor
Y esta realidad se ha agravado con la irrupción de los medios sociales. Un usuario de las redes sociales usa habitualmente en promedio por lo menos tres dispositivos móviles, tales como teléfonos inteligentes, dispositivos tipo ipod para almacenamiento de música y otros contenidos audiovisuales, y una tableta con suficiente capacidad para almacenar aplicaciones según sus preferencias, redactar documentos, navegar en Internet, consultar y enviar correos, etc, etc.
Provisto así de esas herramientas, el usuario también incrementa gracias a ellas sus niveles de socialización. Pero no una socialización en la forma habitual, cara a cara, sino a través de plataformas sociales digitales tipo Twitter, Facebook, o Linkedin, que han terminado por sustituirla por una más frecuente, pero más distante.
Como usuario de los nuevos medios es usual que diariamente vivas una rutina endiablada que implica levantarte, estirar el cuerpo, tomar el dispositivo móvil y entrar a internet, ir al baño, tomar la ducha, chequear las redes sociales, vestirte de prisa, engullir un desayuno fast food, correr al trabajo, sentarte, leer correos, contestar correos, navegar un poco, leer diarios y revistas de interés, participar en reuniones, vídeos conferencias, redactar informes, y así sucesivamente en un largo etcétera que termina llevándote a los límites de la desesperación por exceso. En pocas palabras, pagas un precio alto por ello.
No en vano lo dijo Milan Kundera: la velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre.
La fórmula contra esa ansiedad inútil, contra ese mal agravado del siglo XXI, lo resume Carl Honoré, en su libro sobre el movimiento Slow: Elogio de la Lentitud, citando a la actriz cómica Estadounidense Lily Tomlin:
¡»Para obtener un rápido alivio del strés, prueba a ir más despacio»!
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